
Pieza negra (o blanca) de plástico con dos patitas al final... un enchufe, vamos.
Para proceder a la disección del mismo me hice con un destornillador de estrella.
La cosa pinta bien.
Tras varios intentos fallidos a la hora de desenroscar el tornillo del enchufe, empecé a temer por mi integridad.
Entré en boxes y cambié de destonillador; uno de cabeza plana sería más apropiado, pues el tornillo había evolucionado y ya no era de estrella. El peinado del tornillo ahora era desenfadado y cool, sin raya ni estrella, sino todo lo contrario.
Enganché como pude la punta de mi destonillador a la cabeza del rebelde y, tras un par de minutos de esfuerzo sobrehumano, parí: el enchufe estaba descorchado y expuesto.
Podíamos proceder a la disección.
La anatomía interior de un enchufe se compone de las siguientes partes:
- Antenas: órganos sensoriales a través de los que el enchufe se conecta al mundo y capta todo lo que sucede
- Tórax: cavidad en la que se encuentran todos los órganos del enchufe, cables pelados, piezas de plástico inservibles y familias de rumanos a ver qué cae
- Ano: por donde el enchufe comunica la mierda (en el caso de la televisión) o la electricidad (en el caso de los demás electrodomésticos) al resto del mundo
Desatornillé las antenas y liberé los cables pelados.
Retiré la carcasa a sustituir y coloqué la nueva.
Cable por aquí, tornillo por allá, bisturí, hilo de sutura y voilà... enchufe cambiado.
Compruebo que no me quedan piezas encima de la mesa: aparentemente, todo está dentro del enchufe, en su sitio y listo para funcionar.
Enchufo el aparato a la corriente eléctrica, cruzo los dedos, me parapeto tras el sofá y lo enciendo.
No explota nada, vamos bien.
Un par de minutos después, el aparato que estaba arreglando (una manta eléctrica), vuelve a funcionar correctamente.
Puedo decirlo con la cabeza bien alta: ya soy cinturón blanco-amarillo en electricidad.
La imagen que acompaña este artículo procede de esta página
No hay comentarios:
Publicar un comentario