Envalentonado por mis exitosas aventuras en el apasionante y desconocido mundo de la fontanería, decido probar suerte en el de la electricidad.
Fracaso total.
Sólo he podido certificar la muerte del ventilador.
Se produjo a las 18:33 horas por causas aún desconocidas, aunque todo apunta a la caja de las calicatas.
La buena noticia es que mi peripecia ha terminado sólo con un par de rasguños superficiales.
Creo que sobreviviré.
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