Envalentonado tras haber visto casi todos los programas de Bricomanía, decidí intentar solucionarlo por mí mismo.
Recurrí a San Gúguel y encontré una página que, en seis sencillos pasos, explicaba la operación:
1. Corta el agua con la llave de paso.
2. Desmonta el sistema de entrada, que suele estar ubicado a un lado de la propia cisterna.
3. Para desmontarlo es necesario aflojar la tuerca y sacar otra tuerca interior que es de diámetro más pequeño.
4. Después extrae el mecanismo y cámbialo por el nuevo.
5. A continuación se pone cinta de teflón en el lugar donde se inserta la tuerca que sujeta la válvula a la tubería.
6. Para finalizar aprieta bien todas las tuercas del mecanismo, para conseguir que quede bien fijado.
3. Para desmontarlo es necesario aflojar la tuerca y sacar otra tuerca interior que es de diámetro más pequeño.
4. Después extrae el mecanismo y cámbialo por el nuevo.
5. A continuación se pone cinta de teflón en el lugar donde se inserta la tuerca que sujeta la válvula a la tubería.
6. Para finalizar aprieta bien todas las tuercas del mecanismo, para conseguir que quede bien fijado.
El paso 1 fue tan sencillo que me crecí, lo confieso; en mi mente ya me veía como el Súper Mario del siglo XXI, por lo que decidí seguir mi instinto de fontanero y proceder al despiece del inodoro.
Quité el botón que desagua la cisterna y desenrosqué la pieza que lo une a la válvula. Levanté la tapa superior de cerámica y eché un vistazo al interior.
En el medio, la válvula a sustituir, que tenía una de las piezas laterales rota.
Al fondo, el flotador, conectado a la toma de entrada de agua.
Agua por todas partes y un fondo cenagoso, color marrón chungo, con aspecto de ocultar cocodrilos en su interior.
La situación me empezaba a desbordar, así que recurrí a la chuleta.
"4. Después extrae el mecanismo y cámbialo por el nuevo".
Extraer el mecanismo fue relativamente sencillo: cuando algo está roto uno va con más confianza, pues más no se puede romper y, si se rompe, da igual.
Cogí la pieza rota y salí a la calle, a buscar una ferretería.
- Hola, buenas, ¿repuestos de fontanería?
- No, no tenemos.
- (Glups) ¿Y sabría decirme dónde puedo encontrar una tienda de repuestos de fontanería?
- Sí, sube por esa calle y haciendo esquina te encontrarás con una tienda que la lleva una china.
Cómo no.
Los chinos dominan todo, los repuestos de fontanería no iban a ser una excepción.Entro en la tienda de la china.
- Hola, buenas, quería una pieza como ésta.
- No puede ser, tiene que ser la válvula completa.
- Vale... ¿cómo se llama?
- 23 pavos.
Coño, vaya rejón.
Uno de los motivos por los que me había lanzado a esta aventura entre tuberías era por ahorrarme pasta.
Tuerzo el hocico por primera vez.
Regreso a casa con la válvula nueva y me dirijo al inodoro, que me contemplaba boquiabierto (recordemos que ya había retirado la tapa de cerámica), lógicamente, ya que nunca en mi vida me vi en tal aprieto.
Recordé la segunda parte del paso 4 de la chuleta, cambiar el mecanismo roto por uno nuevo.
Bien.
Sólo tengo una pregunta: ¿cómo coño se hace eso?
Comparo los mecanismos, el roto y el nuevo, intentando buscar la solución.
Me está superando el proyecto, lo admito: mi váter es un sudoku.
Después de mucho sudar (como si estuviera en Vietnam, oye), conseguí desmontar el depósito de la cisterna y colocar la válvula.
Sentí fluir la testosterona por mi organismo; nunca en mi vida me había sentido tan heterosexual. Realizado no, satisfecho tampoco, pero con unas ganas de darme golpes en el pecho acojonantes.Sin embargo, el reto no acababa ahí.
Había que montar el inodoro, consiguiendo que no quedara ninguna pieza sin usar. O sea, nada que ver con el Tente, que era el último reto similar al que me había enfrentado, hace unos 25 años.
No me preguntéis cómo, pero lo logré.Tuve que hacer, eso sí, un nuevo viaje a la tienda de la china, pues una de las tuercas, que era de plástico, se me partió por la mitad en pleno proceso de reconstrucción.
Balance final de las aventuras:
- 2 horas de mi vida invertidas en la operación- 25 pavos gastados
- Riñones al jerez y manos ennegrecidas
Conclusión: la próxima vez que me pase algo similar llamaré a un fontanero, le pagaré con mucho gusto los 60 pavos que me pida, me prepararé unas palomitas y disfrutaré del espectáculo.
Sentir la testosterona correr por las venas no compensa tener al día siguiente los riñones al jerez.
A mí no, al menos.
La imagen que acompaña el artículo procede de esta página
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