19 de febrero de 2012

Malditos músicos

Ayer, un hombre me regaló una rosa, y no una rosa cualquiera, no; una rosa confeccionada con sus propias manos, con la servilleta de un bar como materia prima. El "gracias por su visita" quedó a la vista, en la hoja que adornaba el tallo. Sí, también hizo una hojita, el cabronazo; no faltó ni un detalle.
Y, ojo que, pese a estar mi señora presente, no soy yo hombre que se escandalice porque otro le regale rosas, ni mucho menos.
Es más, tal vez en otra época incluso me hubiera hecho ilusiones, pues siempre he sido un romántico incorregible, pero no en este caso, porque el hombre en cuestión era músico y yo estoy ya escarmentado.

Malditos músicos, con sus melenas al viento y sus guitarras al hombro.
Malditos músicos, que recitan versos y componen canciones, pero siempre al oído de las chicas guapas.
Malditos músicos, que conseguían que los demás tíos presentes en el grupo desapareciéramos como por parte de magia cuando ellos empezaban a tocar El rompeolas, y ellas apoyaban sus manos en la barbilla, soñando con una vejez de chimenea y canciones.
Malditos músicos, que llegaban tres horas tarde a la reunión nocturna en la playa, aguardando el momento en que la luna se asomaba tras los edificios, coloreando de plata el mar, a contraluz, por supuesto, como si todo fuera casualidad; joder, si hasta las gaviotas levantaban el vuelo en el momento oportuno... la casualidad no existe cuando hay un músico implicado.
Malditos músicos, que nos implican a todos a cantar el American Pie, mientras ellos miran al infinito con ojos soñadores.

Malditos músicos, que me recuerdan que yo quise ser uno de ellos, pero tuve que dejar la guitarra porque, en vez de mano, tengo pezuña; en vez de oído, tengo oreja; en vez de cantar, maúllo y en vez de una melena espesa, tengo un anfiteatro con múltiples entradas.
Malditos músicos, y malditas sus caídas de ojos, sus miradas melancólicas, sus morritos sensuales y sus maravillosas mentiras con forma de canción.
Malditos e imprescindibles músicos, que nos regalan rosas hechas con servilletas de bar y nos hacen soñar con sus canciones.

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