Una de las cosas que más me llamó la atención durante la visita que hicimos este pasado verano a Londres fue el precio de la caja de ibuprofeno.Por apenas 50 céntimos, al cambio, podías comprar una caja con 100 comprimidos: una auténtica ganga. ¿Por qué no se contempla este tipo de cosas en las guías de viajes? Llamadme yonki si queréis (y tal vez lo hagáis con razón) pero, si lo hubiera sabido, me hubiera guardado espacio en la maleta para traerme un par de cajas.
Eso sí, si lo hubiera hecho, me hubieran asaltado un par de preguntas, como un resorte (agonías que es uno):
1) ¿Se puede considerar esto tráfico de estupefacientes?
2) ¿Cuántos años me caerán?
Podéis observar que en mi interior, doy por hecho no sólo que me cogerían, sino que cantaría como un canario a la primera de cambio.
No sé que os había inducido a pensar que yo era una especie de súper héroe del narcotráfico, acostumbrado al riesgo y amante de las emociones fuertes; me pongo nervioso si las tazas del café no hacen juego con el plato así que, desmiento categóricamente mi doble vida como capo de la droga.
Aclarado este punto, retomo el meollo de la cuestión: ¿por qué una guía de viajes no recoge este tipo de información?
Tal vez el precio de un paquete de compresas (baratísimo también en Londres, por cierto), no sea el tipo de información glamourosa que buscáis vosotros, oh, viajeros elitistas e insustanciales, pero a nosotros, buscadores compulsivos de ofertas, que nos ponemos morcillones si nos ofrecen 3 kilos de naranjas por 1 euro, este tipo de información nos hace muy felices.
Confieso que, si se pusiera de moda el turismo de supermercado y las guías de viajes incluyeran este tipo de información en sus páginas, hace mucho tiempo que me hubiera pasado a la lejía italiana, el detergente alemán, las bolsas de basura suecas y los preservativos rumanos.
¿Se podría lograr una verdadera globalización y, tal vez, la paz mundial, a través de este tipo de turismo?
Llamadme soñador pero, cuando tengo en mis manos una caja de ibuprofeno por 50 céntimos, creo que todo es posible.
La imagen que acompaña este artículo procede de esta página
Eso sí, si lo hubiera hecho, me hubieran asaltado un par de preguntas, como un resorte (agonías que es uno):
1) ¿Se puede considerar esto tráfico de estupefacientes?
2) ¿Cuántos años me caerán?
Podéis observar que en mi interior, doy por hecho no sólo que me cogerían, sino que cantaría como un canario a la primera de cambio.
No sé que os había inducido a pensar que yo era una especie de súper héroe del narcotráfico, acostumbrado al riesgo y amante de las emociones fuertes; me pongo nervioso si las tazas del café no hacen juego con el plato así que, desmiento categóricamente mi doble vida como capo de la droga.
Aclarado este punto, retomo el meollo de la cuestión: ¿por qué una guía de viajes no recoge este tipo de información?
Tal vez el precio de un paquete de compresas (baratísimo también en Londres, por cierto), no sea el tipo de información glamourosa que buscáis vosotros, oh, viajeros elitistas e insustanciales, pero a nosotros, buscadores compulsivos de ofertas, que nos ponemos morcillones si nos ofrecen 3 kilos de naranjas por 1 euro, este tipo de información nos hace muy felices.
Confieso que, si se pusiera de moda el turismo de supermercado y las guías de viajes incluyeran este tipo de información en sus páginas, hace mucho tiempo que me hubiera pasado a la lejía italiana, el detergente alemán, las bolsas de basura suecas y los preservativos rumanos.
¿Se podría lograr una verdadera globalización y, tal vez, la paz mundial, a través de este tipo de turismo?
Llamadme soñador pero, cuando tengo en mis manos una caja de ibuprofeno por 50 céntimos, creo que todo es posible.
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