26 de noviembre de 2011

En defensa de la Educación Pública

Hoy, más de 20.000 opositores optan a una de las 400 plazas que la Comunidad de Madrid ha convocado para Educación (por cierto, convocatoria que está impugnada por la cantidad de ilegalidades que contiene). Mi chica, maestra interina, es una de ellas.
Años de esfuerzo (muchos, unos quince), estudios (tres titulaciones universitarias e infinidad de cursos adicionales) y sacrificios que desembocan en el callejón sin salida de la educación pública madrileña.
Esperanza Aguirre no cree en la educación pública, la que es de todos y para todos; ella apuesta por el sector privado y la educación de las élites (por cierto, aquí una muestra de lo que produce este modelo; para echarse a temblar). Es decir, igual que se hacía a finales del siglo XIX, cuando sólo la aristocracia tenía acceso a la educación y se pensaba que únicamente los elegidos (ellos y otros contribuyentes) tenían derecho a votar.
Este es el modelo que propone la Comunidad de Madrid, recortando los presupuestos para la educación pública (3.000 interinos a la calle, que se dice pronto) y beneficiando al sector privado con exenciones fiscales.

En el modelo privado que tanto agrada a los conservadores, los estudiantes son meros símbolos del dólar, la fuente de donde proviene el dinero. La educación es lo de menos, lo que importa, como en cualquier empresa privada, es que el margen de beneficios sea cada vez mayor y, si se puede obtener de manera lícita, mejor, pero si no, tampoco importa.
Así, los centros privados (y concertados, ojo) ahorran en todas las partidas presupuestarias, comenzando por el servicio de comedor (los gusanitos como guarnición están a la orden del día), las infraestructuras (barracones prefabricados a modo de aulas), la adaptabilidad (rampas para minusválidos) y terminando, por supuesto, por el personal docente (novecientos euros, los tomas o los dejas).
¿Va a prestar atención una empresa privada a la diversidad?
No olvidemos que la sociedad, afortunadamente, es plural y variada y, desde el blanco más inmaculado hasta el negro más oscuro, caben infinidad de matices de gris.
Una empresa privada sólo presta atención a lo que le resulta rentable.
¿Para qué voy a construir una rampa para minusválidos y adaptar todo mi edificio si sólo tengo un alumno con estas necesidades? No me resulta rentable; que se vaya al público, que tiene el deber de atenderle.
Claro, porque el público, a diferencia del privado, sí es para todos.

La educación determina lo avanzada o atrasada que está una sociedad.
En los países en los que no está garantizada una educación universal, pública y gratuita, tal y como se recoge en el Artículo 26 la Declaración Universal de Derechos Humanos y en la mayor parte de las constituciones vigentes (en la española, por ejemplo, en el Artículo 27), las desigualdades están a la orden del día.
Esto se traduce en una especie de sociedad estamental, en la que si naces pobre, pobre te mueres. Véase el ejemplo de Estados Unidos o India, países en los que la educación universal, pública y gratuita no está garantizada.
A este modelo es al que nos conduce el gobierno de Esperanza Aguirre.
A mí me toca por dos vías: por mi chica, maestra de infantil y por mí, maestro consorte; ambos creemos en lo público.
Por eso salimos a la calle.
Y por eso seguiremos saliendo.

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