20 de octubre de 2011

Medios intoxicados

Al ver la cantidad de dispensadores de geles limpiadores con base alcohólica que hay distribuidos por mi oficina, me ha venido a la cabeza el origen de toda esta moda paranoica: la terrible y destructiva gripe A.
¿Qué fue de ese virus tan letal?
¿Dónde están todas las vacunas que se compraron?
Vacunas que, por otro lado, no se habían testado en seres humanos y que los médicos con la mínima responsabilidad profesional desaconsejaban a sus pacientes.
Una vez que la farmacéutica hizo el negocio, con la inestimable ayuda de los medios de intoxicación de masas, olvidémonos de la amenaza.
Gripe A, ¿qué es eso? Io non parlo la sua lingua, signore.

Sobre los dispensadores de gel con base alcohólica, un buen amigo, biólogo él, investigador cuando se lo permiten las subvenciones, me comentó en su momento que a los virus (como el de la gripe) el alcohol les causa el mismo efecto que a Keith Richards una visita a un centro de desintoxicación: ninguno.
En cambio, ese alcohol altera el pH de la piel, de modo que, pasados unos meses de frotarnos las manos con alcohol, los hongos y las bacterias encontrarán el terreno abonado para proliferar a gusto.
Y en ese momento llegará la farmacéutica, siempre ojo avizor, con una crema milagrosa que lo cura todo: incluso los problemas causados por la propia farmacéutica.

A la farmacéutica se le permite hacer negocio con algo que no debería permitirse: la sanidad mundial.
La Organización Mundial de la Salud legitima ese comportamiento, calificando la farsa de pandemia, para que se puedan activar todas las alarmas y el negocio crezca y crezca.
Los gobiernos entran en el juego y contribuyen al fraude, destinando millones del presupuesto público a la compra de la moto.
Que estas tres piezas del sistema se dediquen a considerar a los ciudadanos como mercancía barata y sustituible, es natural: al fin y al cabo, es lo que somos para ellos.
Sin embargo, que los medios de intoxicación de masas se dediquen a contribuir al fraude es lo que clama al cielo.

Hace un tiempo, no tanto como pudiera parecer, los medios de comunicación eran los encargados de velar por los intereses de los ciudadanos.
Eran los que se quedaban de guardia, vigilando que los gobernantes hicieran bien su trabajo, para contarle al ciudadano que todo había transcurrido como se esperaba o para denunciar, llegado el caso, un comportamiento ilegítimo.
A día de hoy, los medios de comunicación se han convertido en medios de intoxicación, cooperadores imprescindibles para que especuladores, gobernantes y empresarios sin escrúpulos hagan negocio con lo que sea; ayer, la sanidad mundial, mañana, ya veremos.
Como suele decirse, cuando no se forma parte de la solución, se forma parte del problema.
Y eso es lo que son los medios hoy: parte del problema.

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