La muchacha estuvo a punto de agredirme cuando se me ocurrió la osadía de criticar a la Esteban; "a ver qué es lo que dices, que esa tía es igual que mi hermana... la princesa del pueblo, colega", me espetó.
"Pues vaya alhaja de hermana que tienes, tronca", respondí yo, que también me sé poner macarra cuando la situación lo exige, "y la Esteban será la princesa en tu pueblo, porque en el mío no pasa de choni de barrio", continué.
Se calló; no sé si por no darme dos hostias o porque no supo qué decir, pero el caso es que se calló.
Más tarde bajamos a la calle a tomar un poco el aire, aprovechando una pausa en la reunión.
La choni iba hablando conmigo y cuando salimos al exterior me señaló hacia el aparcamiento y me dijo "ahí está mi Golfa".
Seguí con la vista su dedo bañado en oro hasta llegar a la uña felina, que señalaba a una mujer de unos cincuenta años que fumaba tranquilamente, ajena a nuestro interés.
"Será que la choni es lesbiana y esa de ahí es su pareja", pensé yo.
"¡Pero qué guapa es mi golfa negra!", exclamó la choni, orgullosísima a rabiar.
"Hostia, pues la que fuma es blanca... ¿de quién hablará?", me pregunté.
Volví la vista hacia el punto al que amenazó anteriormente con esa uña navajera tricolor y labrada, intentando localizar una negra con aspecto de golfa.
Ni rastro, oye.
Lo más parecido, un Volkswagen Golf de color negro.
Voilà.
La Golfa negra de la choni.
En ese preciso momento me di cuenta de que mi nivel de conocimiento del idioma choni había llegado al amarillo-naranja.
Casi me echo a llorar.
La imagen que acompaña el artículo está sacada de esta página
"Pues vaya alhaja de hermana que tienes, tronca", respondí yo, que también me sé poner macarra cuando la situación lo exige, "y la Esteban será la princesa en tu pueblo, porque en el mío no pasa de choni de barrio", continué.
Se calló; no sé si por no darme dos hostias o porque no supo qué decir, pero el caso es que se calló.
Más tarde bajamos a la calle a tomar un poco el aire, aprovechando una pausa en la reunión.
La choni iba hablando conmigo y cuando salimos al exterior me señaló hacia el aparcamiento y me dijo "ahí está mi Golfa".
Seguí con la vista su dedo bañado en oro hasta llegar a la uña felina, que señalaba a una mujer de unos cincuenta años que fumaba tranquilamente, ajena a nuestro interés.
"Será que la choni es lesbiana y esa de ahí es su pareja", pensé yo.
"¡Pero qué guapa es mi golfa negra!", exclamó la choni, orgullosísima a rabiar.
"Hostia, pues la que fuma es blanca... ¿de quién hablará?", me pregunté.
Volví la vista hacia el punto al que amenazó anteriormente con esa uña navajera tricolor y labrada, intentando localizar una negra con aspecto de golfa.
Ni rastro, oye.
Lo más parecido, un Volkswagen Golf de color negro.
Voilà.
La Golfa negra de la choni.
En ese preciso momento me di cuenta de que mi nivel de conocimiento del idioma choni había llegado al amarillo-naranja.
Casi me echo a llorar.
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