27 de septiembre de 2011

Descubriendo el rincón de los cables

Llevo una hora encendiendo y apagando el ordenador porque el teclado no funcionaba.
Ni mayúsculas, ni minúsculas, ni número, ni ná de ná.
Desesperado y al borde la lágrima, he descubierto que (el puto) Windows tiene una opción de teclado en pantalla que me ha servido para introducir la clave de acceso y llegar al escritorio.
Una vez allí he entrado en San Gúgel y he comenzado una búsqueda exhaustiva sobre virus letales y cabrones que afectaran al funcionamiento del teclado.
Nada que me sirviera.

He apagado el ordenador y he revisado los cables; aparentemente, todo correcto.
El cable USB está en perfecto estado.
Reinicio; el mantra de la informática en entorno Windows.
Seguimos igual.
Tasa de analfabetismo del 100%.

Probemos alternativas.
Conecto el cable USB en otro puerto.
Nada.
Recuerdo que en casa de mi madre tengo un teclado nuevo aún por estrenar; mañana me tendré que pasar por ahí a recogerlo.
Estoy pensando en llamar al servicio técnico, aka, el Chal-li, un amigo que es informático y que me soluciona todo a cambio de un par de cervezas y mi gratitud eterna, pero antes decido hacer una última prueba.
Conecto el cable USB del teclado en uno de los puertos delanteros de mi equipo.
Enciendo el ordenador.
¡Hostia!
¡Ahora tampoco va el ratón!

Espera, espera.
¿Seguro que mi teclado se conecta a través de USB?
Hombre claro, la duda ofende...
Bueno, bueno, vamos a comprobarlo.
Sigo el cable del teclado en su recorrido hasta la parte trasera del ordenador y compruebo cómo, efectivamente, termina en un puerto... ¡anda la leche!
¡Mi teclado termina en un cable redondo de color morado (creo que técnicamente se llama PS2) que está conectado en una clavija de color verde!
"¡Pues lo mismo es eso, oye!", me digo esperanzado.
Conecto el morado con el morado, pechito con pechito y culito con culito, reinicio por enésima vez y voilà... problema resuelto.
¿Quién dijo que la informática era sólo para chavales de 14 años?

Pd: acabáis de leer la primera parte del fantástico y apasionante serial "Las consecuencias de tener un bicho peludo en casa que lo devora todo. Capítulo I: descubriendo el rincón de los cables".

La imagen que acompaña este artículo procede de esta página

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