22 de abril de 2011

La casa de las bombillas raras

Un chiste, así era la instalación eléctrica de esa casa.
Tuvimos que esperar un mes a que terminaran la instalación de la nueva caldera y, cuando finalmente nos mudamos, descubrimos que el calentador sólo funcionaba mientras una de las luces de la cocina estuviera encendida.
Avisamos a la sueña del piso y mandó a un electricista.
Éste revisó la instalación y encontró el problema: quienes habían instalado la caldera se habían dejado sin poner una fase.
Ése fue el capítulo uno.
Después comenzaron nuestras peripecias con las bombillas raras.

A ambos lados de la cama había unas pequeñas lámparas para poder leer.
La bombilla de mi lado dijo "basta" una noche.
Al día siguiente me acerqué a una tienda de electricidad en busca de repuesto.
Enseñé la bombilla fundida y pedí una igual.
Agua.
No habían visto una bombilla así en su vida.
Y los dueños rondaban los 60 años.
Me sugirieron que probara en otra tienda, un poco más abajo.
"Hola, buenas, quería una bombilla como ésta", dije, mostrando la fundida.
El señor que estaba detrás del mostrador miró la bombilla y luego a mí, a la bombilla otra vez y de nuevo a mí, contemplándome como si acabara de venir del futuro, pidiendo recambio para uno de los faros del Halcón Milenario que tenía aparcado a la puerta.

Tres tiendas más adelante, ya en otro barrio, volví a probar fortuna.
"Una como ésta, por favor", dije casi sin esperanza.
"¿Como ésta? ¿También fundida?", preguntó el dependiente.
Un gracioso, lo que me faltaba.
"Hombre, si puede ser nueva, mejor", respondí.
Oh, sorpresa, pudo ser.

El dependiente, después de rebuscar por diferentes cajones, trajo la cajita que contenía el ansiado repuesto.
Al instante su rostro adoptó una grave expresión.
"¿Has cambiado alguna vez una de éstas?", me preguntó.
Hostias.
Que te he pedido una bombilla nueva, no plutonio.
"Pues no", confesé.
"Bien, toma nota de cómo hacerlo", me dijo.
Y en ese momento me sentí como Luke recibiendo lecciones de Obi Wan.
No puedes tocar el cristal de la bombilla con los dedos: la grasa de la piel inutilizaría la bombilla.
Debes sujetar la bombilla por la cerámica; si quieres, puedes ayudarte del plástico que la recubre.
Te he dado una bombilla sin resistencia. Ten cuidado.
Si la quieres con resistencia y la lámpara no la soporta, puedes cargarte toda la instalación eléctrica del edificio.

"Me estás acojonando, tío", pensé.
Por la cantidad de instrucciones que me das, no sé si me estoy llevando a casa una bombilla o un gremlin.
Nota mental: no comer antes de hacer el cambio de bombilla y cerrar la llave del agua de la casa.
Pagué medio riñón por la minúscula cajita y regresé a casa.
Dejé la cajita al lado de la lámpara.
Sin abrir.

A las pocas semanas se fundió otra bombilla de la lámpara del techo del salón.
Juro que no había visto bombilla más rara en toda mi vida.
Parecía una de las armas raras que se ven en la tienda de empeños de Men in Black.
Después de dedicar dos tardes para encontrar recambio y recibir el mismo tipo de instrucciones que para la lámpara de la mesita, hice lo mismo que con la anterior.
La cajita con el recambio se quedó en una repisa del salón.
Sin abrir.

Meses después, cuando nuestra casa parecía una iglesia por la cantidad de velas que había en su interior, decidimos mudarnos.
A la dueña del piso le entregamos las llaves de la casa y una herencia formada por cajitas con bombillas de repuesto en su interior.
Vivimos más de un año en la casa de las bombillas raras.
Toda una experiencia.

La imagen que acompaña el artículo procede de esta página

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