Un chico argentino y su guitarra hoy, entre las estaciones de Príncipe Pío y Moncloa, línea 6, la lenticular (por la velocidad), nos ha regalado a los ingratos y aburridos viajeros una actuación soberbia, interpretando de manera fantástica un tango llamado Cambalache, de Enrique Santos Discépolo, sintiéndolo como propio y llamando nuestra atención sobre la letra antes de empezar.
El tango en cuestión, aquí, sentido por Serrat. Espectacular.
Ya había coincidido con el artista en otros vagones de esa misma línea y, siempre que tengo monedas, contribuyo a su causa, romántica y perdida, de difundir la música y el arte entre los sifonazos del metro y la mala hostia de los viajeros.
El chaval, además, se lo curra un montón, por lo que considero que hay que reconocerle el esfuerzo y el talento.
Cuando hoy le he entregado una moneda de un euro, me ha dado las gracias.
Gracias a ti por intentarlo; por poner todo tu empeño en llamar nuestra atención; por hacer que 2 minutos habitualmente rutinarios se conviertan en inolvidables; por regalarnos tus sonrisas y provocarnos, a regañadientes, las nuestras; porque esto que haces no tiene precio.
Gracias ti, artista.
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