7 de diciembre de 2010

El origen de mi antimadridismo

Confieso que, antes de la llegada de Florentino al Madrid, nunca había sido antimadridista.
De hecho, aparte de antifascista, nunca he sido muy "anti".
Es más, como amante del buen fútbol antes que colchonero (sí, lo admito), disfruté como un enano con el juego de la Quinta del Buitre.
Sin embargo, la llegada de Florentino y todos sus secuaces feladores (ese Butragueño babosa que calificaba a su jefe de "ser superior") al Real Madrid, con su modelo mercantilista y ultraliberal, cambió mi percepción de las cosas.

Sigo siendo antifascista, por supuesto y ahora, gracias al Tío Floren, también soy antimadridista.
El madridismo, que siempre había exhibido los valores franquistas del señorío y la caballerosidad, de cara a la galería, ha decidido quitarse la careta y mostrar al mundo sus verdaderas vergüenzas, a través de la zafiedad y la soberbia que caracterizan a Mourinho y Cristiano Ronaldo.

Estos dos individuos, representantes de lo más bajo que culturalmente puede llegar un ser humano, son los ídolos de la gran mayoría de los aficionados al club merengue.
Los dirigentes, felices, por supuesto.
El mundo admira a estos seres y otros semejantes, también hijos de la soberbia.
Niñatos que únicamente merecerían ser noticia cuando se reventaran contra un muro a 200 por hora.
Si a este país, tendente a la admiración de la grosería, le das gasolina, eleva a la Esteban, a Mourinho y a Cristiano Ronaldo, tres patas de un mismo banco, a la categoría de modelos sociales.
Florentino y todos los de su ralea, mientras tanto, se frotan las manos.
Cuanto más bajito sea el nivel de la gente, más fácil será contentarles con el poco pan y el pésimo circo que ya avisaban Def Con Dos.
Mierdapaís, coñiooo.

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