Sé que debería estar nervioso porque, oye, una final de la UEFA (soy un clásico, lo sé) no se juega todos los días pero, qué queréis que os diga, como que el Fulham no me asusta mucho.
De hecho, el otro día me metí en su página web para ver si me sonaba alguno de sus futbolistas y, oye, poquita cosa.
Los únicos que me sonaban un poco eran Bobby Zamora, jugador con nombre de bajista puertorriqueño invitado a la gira canadiense de Bon Jovi, y Damien Duff, que me suena que jugaba en algún equipo medianamente importante hace un tiempo y que debe tener como 70 años (consultada la wikipedia, jugó en el Chelsea de 2003 a 2006 y tiene 31 años).
El caso es que, pese a que por nombres propios no den mucho miedo, seguro que son muy capaces de hacernos un hijo de madera (expresión que utiliza un colega que es muy futbolero y que jamás he llegado a comprender del todo pero que para el caso resulta bastante ad hoc), como cualquier grupo de sexagenarios que nos retase a una pachanga.
Teniendo a Perea, que se ha disfrazado de central solvente en los últimos partidos, y a Assunçao, ese insulto al fútbol, los once tíos que estén enfrente pueden convertirse por arte de magia y en cualquier momento en el Brasil de 1970.
O sea, que me da más miedo el propio Atleti que el Fulham.
Si no nos disparamos en el pie, yo creo que tocamos pelito.
Y sin embargo, aun estando razonablemente tranquilo tengo contracciones cada 10 minutos y no me cabe ni el pelo de una gamba por el orificio anal.
Eterno sufrimiento, coñio...
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