El voto liberal siempre ha sido crítico con los suyos, mientras que el conservador ha sido mucho más indulgente.
El votante de izquierdas castiga a los que le defraudan, abandonándoles con un castizo y sentido "que os den por saco" y, por extensión, desencantándose con un sistema al que llaman democrático y, paradójicamente, no lo es.
El votante de derechas nunca castiga a sus mentirosos, ni a sus corruptos, ni a sus criminales. El votante de derechas, perfectamente aleccionado, acude a las urnas para depositar su voto con disciplina casi militar, beneficiándose de un sistema en el que muy pocos de ellos creen de verdad.
Por eso, cada vez que hay elecciones en este estado monárquico bananero, la derecha siempre tiene el mismo número de votos (aunque nadie les vote) y la izquierda cada vez tiene menos.
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