Cuando hay más de un jefe en la misma sala, los curritos intercambiamos miradas de frustración, sabiendo que vamos a estar horas ahí y no vamos a avanzar nada.
A lo mejor en otros países la suma de jefes es directamente proporcional al número de problemas que se solucionan pero, desde luego, aquí no es así.
Es más, se puede decir que a medida que aumentan los jefes presentes en una misma sala, la eficiencia de los allí reunidos desciende de manera exponencial, mientras que la velocidad con la que se evapora la eficacia de la reunión sólo es comparable a la de Carpanta cuando ve una longaniza a tiro.
En España, los jefes sacan a relucir todos sus complejos (que suelen ser bastantes) en presencia de especímenes de su misma categoría.
Pretenden mostrar todas sus cualidades y las últimas habilidades que les han enseñado en el penúltimo curso How to become a Boss without a guitar sponsored by No Borders Stupids.
Que en castizo viene a significar "me paso un fin de semana a todo lujo por la filosa y me enseñan a utilizar verbos como optimizar e implementar para luego poder dar por saco a mis empleados cada día de la semana".
Porque yo no sé vosotros, pero yo cada día estoy más hasta los cojones de que me optimicen.
Porque a la esclavitud se la llama optimización en lenguaje neoliberal y postmoderno.
El caso es que cuando los curritos salimos de una reunión volvemos a intercambiar miradas y, sin decir una palabra, nos reunimos otra vez, sin mandos en esta ocasión, para en cinco minutos solucionar algo que estuvieron implementando, retroalimentando y optimizando cuatro directivos durante seis horas, en presencia de dos curritos boquiabiertos y perplejos, que concluyeron que los sueldazos indecentes que se embolsan cada mes estos elementos, deben depender de la cantidad de gilipolleces que son capaces de soltar por minuto.
Porque desde luego, de lo bien que trabajan no es.
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