La suma de los dos John más famosos de la historia del western casi siempre da como resultado una obra maestra. Wayne haciendo de Wayne bajo el sombrero. Ford haciendo de Ford tras la cámara.
Aderezamos la historia con la presencia de un James Stewart blandito, buenazo y creíble como siempre, la de una dura y atractiva Vera Miles y la siempre solvente de un malvado Lee Marvin, y la conclusión inevitable es que vamos a asistir a una maravilla cinematográfica.
La versión doblada al castellano es infame, con esas voces insoportables y ñoñas a más no poder que la época elegía para según qué personajes. Lo único curioso que aporta esta versión es la oportunidad de ver cómo la censura franquista mutiló un par de secuencias de la película, en las que se ensalzaban los valores de la democracia y la importancia de los votos de todos y cada uno de los ciudadanos de un país.
Veredicto del Sobaco: cada plano es una maravilla. Todos los elementos encajan a la perfección, mobiliario, decorado, actores y movimientos de éstos, para conformar una fantástica composición de la imagen. John Ford muestra, una vez más, su maestría a la hora de narrar historias, utilizando todos los pequeños elementos que tiene a su disposición como piezas de un puzzle, para crear una obra conjunta de una dimensión sublime. Imprescindible.
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