Mientras releía las páginas del libro que me acompaña cada día desde hace un par de días, reflexionaba sobre un sentimiento que me estaban provocando esas mismas páginas que tanto me están haciendo disfrutar de nuevo.
¿Por qué hay personajes literarios que tienen que morir?
Y mientras rumiaba esa reflexión, seguía leyendo, pensando que esta vez, mi amado personaje iba a conseguir salvar la vida.
Pero no, lamentablemente, ese personaje vuelve a morir en la misma página que moría la primera vez que uno leyó ese libro.
¿Acaso no es suficientemente injusta la vida, donde los malos no mueren ni a la de tres, como para que la literatura también lo sea?
Prometo fervientemente que, si alguna vez escribo un libro, no mataré a ninguno de los personajes que molen y en cambio, haré mortadela con los hijos de puta.
Para que así se pueda distinguir claramente entre realidad y ficción.
He dicho.
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