23 de enero de 2010

El vello y los bestias

Mientras estaba en la ducha, que es el lugar y el momento del día donde mayor actividad encefálica se registra, al menos en mi caso, he reflexionado sobre una de las múltiples diferencias que existen entre hombres y mujeres.
Diferencias a nivel comportamental, of course.
La diferencia que me ha ocupado el pensamiento mientras me enjabonaba el cuerpo serrano ha sido la siguiente: una tía es capaz de saber el estilo, peinado, longitud, forma y color del vello púbico de una amiga mientras que, en el caso de los tíos, se trata de una conversación no ya poco habitual, sino extraña.

¿Te imaginas acodado en la barra del bar, con el Marca abierto a tu lado, bebiendo una caña acompañada de cacahuetes y, de repente, soltarle a tu colega de toda la vida, "oye, tú los pelos de los huevos te los dejas largos o te los cortas cada mes"?
¿Y te imaginas que tu colega, en vez de mirarte con los ojos tan abiertos por la sorpresa y la estupefacción como los de un teleñeco, no sólo te respondiera a la pregunta de la manera que fuera, afirmativa o negativa, da igual, sino que se generase una tertulia sobre las técnicas menos dolorosas, los procedimientos más eficaces y, ojito al dato, las maneras más indicadas de cuidar la zona después del tratamiento estético, con sus cremas de guayaba y sus lociones con beta-carotenos, y todo eso no sólo entre vosotros dos, mientras seguís con el codo en la barra y el Marca abierto, sino que el debate se extendiera al resto de los colegas presentes en las agendas de contactos de los móviles de ambos que, ante el planteamiento del tema vía telefónica o vía sms, eso también da igual, decidieran dejar aparcadas sus vidas ipsofácticamente y acudieran al bar como si de la llamada para la convocatoria de un Madrid-Atleti se tratara, para participar de manera semi-histérica en el debate en cuestión?

Hostias.
No sé vosotros pero, después de imaginar todo esto mientras salía de la ducha, he concluido que es mejor no saber ciertas cosas de los colegas.
Que sí, que la amistad entre tías será mucho más profunda gracias a esa altísima e infinita capacidad de comunicación pero, sinceramente, no creo que la amistad entre tíos sea tan fuerte como para soportar tales niveles de conocimiento.
Si ya duele saber que un colega de toda la vida sigue defendiendo a los (putos) Gil y compinches contra viento y marea, figuraos lo que podría suponer saber otras cosas más peliagudas, y nunca mejor dicho.
Escalofríos me dan sólo de pensarlo.

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