23 de septiembre de 2008

Trabajos de más de dos palabras

Ayer estuve tomando un café con un amigo, uno de esos extraños casos en los que, pese a que te ves menos de lo que quisieras, el cariño y la complicidad se mantienen intactos.
Nos contamos nuestras idas y venidas buscando piso, nos cagamos en nuestros respectivos contratos y brindamos por la mala salud de la Dictadora de la Comunidad de Madrid.
O sea, lo que hacemos la gente de bien cuando nos juntamos alrededor de una mesa.

Nos preguntamos por nuestras respectivas parejas y prometimos, como siempre, quedar un día para cenar los cuatro. Es más, nos lo juramos y perjuramos. Incluso nos lo prometimos por Snoopy.
Me estaba contando cómo le iba en el curro a su mujer cuando, asaltado por la duda, abrí esta boquita de piñón que la naturaleza me ha dado:

- ¿En qué trabaja tu señora?
- Pues... bufff... a ver cómo te lo explico... ella está entre medias de varios departamentos y, en función de lo que ella hace pues... pasan cosas...
- Ya... vamos, que no tienes ni puta idea de a qué se dedica tu mujer...
- Pero ni puta idea...

Cuando un trabajo no se puede sintetizar en dos palabras ("cuido niños", "cojo llamadas", "escribo cuentos", "mato ratones", "hago dibujos"), es un trabajo excesivamente complicado para el cerebro humano.

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