27 de septiembre de 2008

Tarde de Perros

Basada en hechos reales, narra la historia de un atraco a un banco. Al Pacino, junto a otros dos atracadores inexpertos, asaltan un banco de Brooklyn pero, debido a la inexperiencia, la cosa se complica y, lo que tendría que haber durado 10 minutos, se prolonga por espacio de más de 14 horas.
Como se suele decir tantas veces, la realidad supera a la ficción. Ignoro si todo lo que se cuenta en Tarde de Perros (Dog day afternoon en original) es real pero, desde luego, si sólo la mitad sucedió así, es un digno ejemplo de la frase anterior.

La película la dirige Sidney Lumet, con su buen hacer habitual. La interpretación de Pacino, bastante histriónica, también algo habitual, resulta convincente. John Cazale, el Fredo de El Padrino, es otro de los atracadores y su papel, una vez más, se limita a pequeñas pinceladas secundarias. Los trabajadores del banco, nueve en total, aportan ciertas dosis de humor a la situación.

Veredicto del Sobaco: la historia comienza bien pero, poco a poco, va perdiendo fuelle. Las situaciones absurdas que se van planteando dotan a la primera parte de la película de una comicidad que contrasta con el dramatismo de la teórica situación real. La última media hora de película, cuando conocemos el móvil del atraco, se hace ligeramente pesada. En conclusión, la cinta es más o menos curiosa, muy apropiada para esos momentos en los que uno no sabe muy bien qué elegir para huir del tedio al que nos somete la televisión y le apetece paladear una historia contada sin artificios innecesarios. Eso sí, preparémonos para un par de horas delante de la pantalla viendo una película que se desarrolla en su 90% en una única localización. Avisados quedáis.

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