14 de junio de 2008

Feria del Libro 2008

Creo que llevo toda la vida yendo a la Feria del Libro.
He fallado muy pocas veces y, cuando lo he hecho, aparte del remordimiento insoportable por haber cometido semejante infidelidad, siempre he procurado compensarlo con doble o triple visita al año siguiente.
No hace que uno se sienta mejor pero la Feria, en su infinita sabiduría y paciencia, perdona hasta al más infiel de sus amantes y, puntual a la cita, cuando Mayo termina, acude al Parque del Retiro para pasar lista.

Da igual que los que por allí caminen no hayan leído un libro en su vida, que no tengan intención de hacerlo o que consideren que leer un sms, descifrando ese lenguaje incomprensible que inventaron y revolucionaron los jóvenes, como algún sesudo moderno proclama, es una buena muestra de literatura contemporánea.
A la Feria le da igual.
Venid a mí y caeréis en la tentación.

Casetas infinitas llenas de libros, productos de entretenimiento u obras maestras, sólo el tiempo colocará cada tomo en la estantería adecuada, algunas con un bicho dentro, las casetas perlíferas, que firma ejemplares.
Filas interminables para cazar el autógrafo y guardar con reverencia ese ejemplar, intercambiando un par de palabras con el autor que nos emociona. Ahí se distingue a los habituales de los hooligans. Los unos se acercan a la caseta con humildad y un libro que espera ser firmado. Los otros lo hacen con el móvil en la mano, sacando fotos a diestro y siniestro, sin pararse a (ni saber) distinguir entre el librero y el escritor.

Miles de personas, por primera vez para muchas de ellas, que desfilan entre millones de palabras que esperan ser leídas con devoción.
Libros que terminarán acumulando polvo con el precinto aún vírgen conviven con otros que amarillearán sabiamente después de haber hecho felices a muchas gentes de toda condición social.
Lectores empedernidos que, por pudor, jamás se acercarán a la caseta donde se encuentra su escritor favorito.
Analfabetos incorregibles que intentan adivinar el equipo en el que juega el poeta que tienen frente a ellos.

La Feria es la vida.
Una mezcla de seres humanos que recorren el espacio chocando los unos con los otros.
Dentro de un año, algunos seguirán sin haber leído más que los sms que reciben en su móvil cincuentagé, mientras que los otros habrán vivido mil aventuras y llorado y reído dos mil emociones.
Dentro de un año la Feria volverá para seguir acogiendo a todos ellos en su seno.

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