13 de mayo de 2008

Quiero y no puedo

¿Os habéis topado alguna vez con lo que vulgarmente se denomina "valenciano insoportable"?
Ese elemento (rara vez es una elementa) al que se le suele definir como "quiero y no puedo de catalán", que te habla de su amigo Chauma, al que todo el mundo menos él llama Jaime, que echa pestes de los madrileños cuando abarrotan las playas (cosa cierta, por otra parte), que musicalmente vive atascado en el año 93, cuando Ximo Bayo arrasaba dentro y fuera de las pistas y que, por supuesto, pasea por ahí con la camiseta del Barça, que combina maravillosamente bien con el chándal oficial de la Generalitat Valenciana (de color blanco) y que lo mismo vale para ir al Mercadona como para estar tres días sin dormir renovando las rutas del bakalao.


Atardecer en el Cabo de las Huertas, caminando por la arena, de vuelta a casa después de currar. Esto es calidad de vida

Vayan por delante varias cosas:
- En primer lugar, que estos elementos, afortunadamente, son escasos pero, como suele suceder con los cuatro gilipollas de turno, arman mucho ruido. No tomemos la parte por el todo, s'il vous plaît.
- En segundo lugar, que mi padre era valenciano, cosa que no me capacita para la crítica, pero sí me da cierta perspectiva. No nos escudemos en eso tan habitual de "yo no soy racista, que tengo un amigo negro". Pues eso.
- En tercer lugar, que el hecho de tener otro idioma nativo, además del castellano, me parece algo enriquecedor y no excluyente. La posibilidad de tener acceso a doble ración de cultura, así, by the face, debería dar amplitud de miras pero, claro, somos españoles y de eso, más bien poco.

Retomemos.
El valenciano insoportable tiene su habitat en la provincia de Valencia pero, como siempre, hay excepciones.
El porcentaje de insoportables aquí, en la tierra donde el bakalao comienza su ruta, es muy bajo pero, como siempre, haberlos, haylos.
Pero claro, si el valenciano insoportable es un quiero y no puedo de catalán, el alicantino insoportable es un quiero y no puedo de valenciano insoportable que, recordemos, es un quiero y no puedo de catalán.
Y claro, así no.
Así no hay quien quiera ser aunque no pueda.
Demasiados kilómetros de distancia con respecto al Camp Nou, supongo.
Eso sí, lo de echar pestes de los madrileños que abarrotan las playas es igual que en otras partes.
Cosa perfectamente entendible ya que servidor, más castizo que los adoquines de la Gran Vía, también empieza a hacerlo.

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