The limit is inside your mind.
Eso me acaba de decir mi camiseta reflejada en el espejo.
Y ahí está el problema.
Si el límite te lo imponen desde fuera puedes luchar y rebelarte contra él.
En cambio, si el límite te lo pones tú mismo, ahí es cuando te han pillao con el carrito del helao.
Y bien pillao además.
¿Para qué hace falta una censura cuando nosotros mismos decidimos que hay determinadas cosas de las que no se puede o no se debe hablar y/o escribir?
Como decían en no sé qué película, el mayor triunfo del Diablo ha sido convencer al ser humano de que no existe.
Eso mismo pasa con la censura.
Creemos que no existe y que hay libertad absoluta.
Miramos con profunda compasión a los periodistas de países tercermundistas, que siguen muriendo en carreteras oscuras después de haber vivido mil amenazas, y pensamos "ellos sí que tienen huevos".
Ellos cuentan las cosas que nadie se atreve a contar.
Nosotros ya vivimos eso hace unos años.
Ahora, gracias a todos los compañeros que lucharon y murieron por nuestros derechos, podemos ejercer la tan mal usada, la mayor parte de las veces, libertad de expresión.
O eso es lo que creemos. O lo que queremos creer. O lo que nos han hecho creer, que no sé qué es peor.
The limit is inside your mind.
Estamos tan jodidamente globalizados que ya no necesitamos una censura.
Nosotros somos la censura.
Y cuando olvidamos este pequeño detalle, la realidad nos recuerda que la censura sigue existiendo.
¿Recordáis cuando se secuestró la edición de El Jueves?
Libertad de expresión.
Amos, no jodas.
Cada día lo tienen más fácil.
Y nosotros más difícil.
Porque ni siquiera necesitan vigilarnos.
Ahora lo hacemos nosotros por ellos.
The limit is inside your mind.
Es su gran triunfo, la victoria final.
Me gustaría hacer algo, pero lo único que se me ocurre es tirar mi camiseta.
Hasta la imaginación nos han secuestrado, hay que joderse.
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