22 de octubre de 2007

Un hombre lobo americano en Londres

Es curioso esto del cine cómo, pasados unos años, una película se ve con diferentes ojos. Y lo curioso es que la película es la misma. Debe ser que es uno el que cambia. O, mejor dicho, el ojo de uno es el que cambia.

Porque ahora estamos acostumbrados a otra manera de hacer cine y, sinceramente, determinados productos de otras épocas (y no hablo de clásicos inmortales como, por ejemplo, Casablanca), chirrían mientras el dvd da vueltas en el reproductor.

Este es el caso de Un hombre lobo americano en Londres, una película de 1981, un ejemplo perfecto de cómo se hacía cine en los ochenta pero, lamentablemente, también un ejemplo de película que no resiste el paso del tiempo.

Una historia contada en 90 minutos pero que, en la actualidad, se podría contar en menos de 30. Cuestiones de ritmos y compases, supongo. Efectos especiales aparte (imagino que en su momento serían el acabóse), cuenta la historia de dos chicos a los que ataca un hombre lobo. Uno muere y el otro sobrevive. El que vive se transformará en hombre lobo. Y ya está, no hay más. Lo dicho, a día de hoy, es una historia que no da para más de 30 minutos.

Lo mejor de la película, las canciones. Las tres versiones de Blue moon (Bobby Vinton, Sam Cooke y The Marcels), Moondance y Bad moon rising.

Veredicto del sobaco: aburrida, muy aburrida y, sobre todo, pasada de fecha. Si tenéis un buen recuerdo de ella, mantenedlo... no dejéis que la realidad os estropee ese bonito momento.

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