23 de octubre de 2007

On fire (pero de verdad)


Hoy estoy un poquito quemado con la clase política de esta República Bananera a la que algunos seguimos llamando España. Bueno, como siempre, porque esta clase política, barriobajera, sectaria y aprovechada, tiene la infinita capacidad de provocar incendios incluso al mismo Santo Job.

Hay muchas cosas que me joden de estos politicastros que tenemos que sufrir, salvo honrosas y escasas excepciones pero, la que más, sin duda, es la de arrimar el ascua a su sardina. Da igual el motivo, lo que importa es sacar votos. Un día somos ecologistas, al siguiente defendemos los transportes públicos y al de más allá la caza furtiva del micólogo de San Serenín de la Berzada.

Qué más da la cuerda del robaperas (aka político) de turno. Lo importante es seguir saliendo en la foto y, mientras el personal esté distraído con la última carrera de Alonso, el penúltimo chocholoco salido de la cama de alguna celebrity cañí o el moderno circo que ya inventaran los romanos (o sea, el júrgol), nosotros a lo nuestro, que es seguir trincando.

Y cuanto más paleto e inculto sea el pueblo, mejor para los caciques. Gracias a todas las políticas educativas de los gobiernos nacionales y autonómicos, la Cultura, la de verdad, la Historia y el quiénes somos, no la de la cabra del campanario, la Blanca Paloma y la madre que parió a todos ellos, está olvidada en el más oscuro rincón. Porque a nadie interesa que salga a la luz. Porque así somos más manejables.

Y por eso, en las alcaldías, hay hostias por la concejalía de urbanismo pero nadie quiere la de Cultura. Porque ésta no da dinero, claro. ¡Pero cuánto hijoputa suelto hay en este país!

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