Y si además de la trasngresión le añadimos unas gotas de sentido del humor, el resultado suele ser perfecto. Sobre todo cuando se realiza en escenarios en los que hace falta mucho aire fresco, como es el caso del mundo al que nos referimos, el mundo del tenis, el mundo donde destaca el serbio Novak Djokovic.
Se cabrea el personal cuando el chaval (tiene 20 añitos) se pone a hacer imitaciones de sus compañeros. Y le llaman payaso. Como si fuera un insulto. Aunque, tal y como está el patio, eso de intentar hacer reír, a muchos les gustaría que estuviera castigado, no sólo con insultos, sino con un poquito de sombra.
Porque los que se cabrean con esto son los mismos que, años ha, se llevaban las manos a la cabeza cuando André Agassi, con su aspecto de cantante de rock duro y sus ropas de colores diferentes al inmaculado y tradicional blanco impoluto, pretendía acudir a Wimbledon vestido de esa guisa. Ah, no, hasta ahí podíamos llegar. En Wimbledon se juega de blanco. Y con el pelito corto. Y a este jipi le decís que se vuelva a Rusia, que es donde tiene que estar.
Así que, amigo Djokovic, que sé que me lees, sigue adelante con lo tuyo, que es jugar al tenis. Y si, entre partido y partido o, incluso, durante los mismos, te sale intentar provocar una sonrisa, no te cortes. Que de gestos serios empezamos a estar hasta la punta del moño.
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