30 de julio de 2012

Viaje a un centro de bricolaje

El pasado sábado visitamos un nuevo centro de bricolaje, Bricomart. Nuevo para nosotros, claro, porque no lo conocíamos.
¡Qué sensación la de caminar por pasillos inmensos y no saber cómo se llaman la mitad de las cosas! ¡Qué experiencia la de pedirle ayuda a un dependiente y que te responda en klingon!
"Perdone, me haría falta uno de los naranjas, pero que no mida más de esto", y acompaño a mis palabras con un gesto de los dedos índice de mis manos.
El de la tienda me mira, mira mis dedos, me mira de nuevo, enarca la ceja y dice "un espiralizador chupimático del 15".
"Sí, sí, del 15 por lo menos", convengo yo, comportándome como un romano en Roma, pese a sentirme como Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mí.
"¿La línea es multiversal o turbomática?", me pregunta.
"Es de color azul", respondo con mucho miedo, dándome cuenta de que se me acaba de deslizar la careta.
"Entonces mejor llévate un circonillo polarizado del 23", me sugiere.
"Eso mismo estaba pensando yo".

Y me da un bicharraco que pesa como un muerto y que está lleno de cables y hierros; le doy las gracias mientras resoplo asfixiado y recuerdo una de las últimas veces que decidí hacer las cosas yo mismo, y terminé en plan Escarlata O'Hara, jurando que nunca más volvería a dejarme los riñones haciendo una ñapa.
Y meses después, aquí vuelvo a estar.
No aprendo, coño.

La imagen que acompaña este artículo procede de esta página.

No hay comentarios: