24 de mayo de 2012

Lo que nos queda a los buenos ciudadanos

El pasado martes, ataviados con nuestras camisetas verdes (como todas las personas de bien), nos dirigimos a la mani en defensa de la Educación Pública.
Nos cogimos un autobús y, al picar el billete, la máquina chilló, pi-pi-pi, billete caducado. El conductor del autobús me dijo que me había caducado el sábado anterior y que podía canjear los viajes restantes en cualquier taquilla del Metro. Mientras tanto, tuve que pagar un billete individual, 1 euro y medio, toma rejón. La condesa nos mintió, una vez más, cuando dijo que el precio del billete no iba a subir: nunca, never, jamais.
En fin.

La mani fue absolutamente maravillosa: alumnos, maestros, padres y profesores, unidos por la Educación Pública, la que es de todos y para todos.
Como rezaba una de las pancartas que vimos, "la Educación no se vende: se defiende". En ello estamos; y seguiremos estando: cueste lo que cueste.
Cuando terminó, nos metimos en el Metro.
Me dirigí a la taquilla para hacer el canje y fui atendido por un trabajador ejemplar, que no sólo me indicó el proceso a seguir, sino que me aconsejó que introdujera 30 céntimos en vez de los 25 que debía introducir en la máquina.
"Así te costará 20, porque la máquina no devuelve monedas de 5, que ya bastante roban con las tarifas que han decretado..."
Esto es lo único que nos queda a los ciudadanos de bien: ayudarnos entre nosotros y, en lo que esté al alcance de nuestra mano, no contribuir a que la sociedad se convierta en la mierda neoliberal con la que muchos sueñan.

La imagen que acompaña este artículo procede de esta página.

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