Aunque me encontraba en condiciones mentales bastante paupérrimas, estiré las orejitas igual que los suricatos, pues mis oídos son especialmente sensible a las patadas lingüísticas. Cada vez que escucho una agresión a la lengua, se produce una perturbación en La Fuerza y mis sentidos la captan.
¿Conducción temerosa, dices?
Por la descripción que hacía mi compañero parecía referirse más bien a una multa por conducción temeraria pero, oye, lo mismo iba a toda hostia, perdiendo piezas de la carrocería, con las pegatinas casi despegadas, escuchando chunda (cómo no), hasta arriba de farlopa, cambiándose de carril constantemente y, claro, en esas condiciones, como para no ir atemorizado.
Imagino que como los demás usuarios de la vía, que somos los que sufrimos las consecuencias de las temeridades de los descerebrados.
A mí lo que me extraña es que la Guardia Civil, en su infinita sabiduría, no haya multado al resto de los conductores por acojonar a mi compañero con su respeto por los límites de velocidad y las normas de circulación.
Si los temerarios no pueden circular sin temor, como bien proclamaba el amigo de Yorch, ¿cómo nos podemos considerar un país civilizado?
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