22 de enero de 2012

El verdadero periodismo

En la redacción de un periódico deportivo cuyo nombre obviaremos por aquello de la protección de las fuentes, saltaron todas las alarmas cuando vieron la portada provisional que se iba a enviar a la imprenta.
Ésta iba dedicada al balonmano, comentando las posibilidades de la selección española en el Campeonato de Europa, que se está disputando en estas fechas, después de la victoria ante Rusia del pasado viernes.
- "¿Estamos gilipollas, o qué?", preguntó el subdirector del periódico al enterarse de lo sucedido.
- "Esto ha sido Peláez que, como es nuevo, no se entera", respondió el redactor jefe de fin de semana, sacando la lengua del culo del subdirector para hablar.

Se organizó un dispositivo especial para localizar a Peláez, que se había ausentado cinco minutos de su taburete de becario para darle un mordisco, a escondidas, eso sí, al sandwich que se había comprado quince horas antes, al llegar a la redacción.
Peláez fue localizado en las escaleras del edificio, junto a los ascensores y semi oculto tras el extintor, leyendo un twitter despreocupadamente en su smartphone.
Aunque se había avisado al grupo de exterminadores profesionales albano-kosovares con los que la redacción contacta para operaciones seek and destroy, fue Ramírez, un tipo especialmente gris de ese agujero tenebroso y vulgar (y gris) conocido como Administración, el que localizó a Peláez, cancelándose inmediatamente la "operación jaula".

- "Aquí le tengo, jefe", dijo Ramírez, devorando el sandwich que le había quitado a Peláez.
- "¿Puedes explicarme esto?", dijo el subdirector, mostrando la portada provisional a Peláez.
- "Es la portada de mañana", explicó Peláez.
- "¡¡Pero si no dice nada de Madrid y Barça!!", exclamó Ramírez, atragantándose con el sandwich.
- "Es que me pareció más importante un campeonato de Europa que una jornada de liga de un deporte más...", dijo Peláez.
- "¿Cómo has llamado al fútbol?", preguntó el subdirector, fuera de sí.
- "Lo ha llamado un deporte más, jefe", se apresuró a responder el redactor jefe.
- "Hot-tia lo que me ha dicho, hot-tia lo que me ha dicho...", farfullaba el subdirector, abriendo y cerrando los puños.
- "En la universidad me enseñaron que las noticias se estructuran de mayor a menor importancia, por lo que dudé entre lo del balonmano y el europeo de waterpolo pero, como ahí España se ha quedado sin opciones de medalla, me decanté por el balonmano", dijo Peláez.
- "¿Dónde ha dicho que le enseñaron qué mierda?", preguntó el subdirector, con el rostro enrojecido como un carabinero.
- "En la universidad, ese nido de jipis fumetas, jefe", explicó el redactor jefe.
- "En la universidá, en la universidá... dos hostias te enseñaba yo de la universidá", se burló Ramírez.
- "Así que vas de listillo, ¿eh?", le espetó el subdirector a Peláez.
- "No, señor, de listillo, no; sólo intento hacer bien mi trabajo", respondió Peláez.

- "Pues entonces, hijo, no me toques los cojones y me cambias la portada para que dé una noticia del Madrid y otra del Barça", dijo el subdirector.
- "Si quiere lo hago yo, jefe", babeó el redactor jefe.
- "No. Quiero que lo haga él", explicó el subdirector, masticando las palabras.
- "Peeeeroooo... es que ni en la actualidad del Madrid ni en la del Barça hay nada destacable como para dedicarles la portada", protestó Peláez.
- "Este chaval es gilipollas; ¿aviso a Dimitri?", sugirió Ramírez, sacando el móvil del bolsillo.
- "Que no, coño. Os digo yo que este chaval aprende a hacer su trabajo en un periquete", dijo el subdirector.
- "Pero eso no es periodismo...", objetó Peláez.
- "¿Periodismo? ¿Quién ha hablado de periodismo?", preguntó el redactor jefe.
- "Aquí no se hace periodismo, chaval; aquí se viene a trabajar", explicó Ramírez.
- "Nosotros no hacemos periodismo. Nosotros le damos a la gente lo que quiere; es más, le decimos a la gente qué quiere y qué no quiere", explicó el subdirector.
- "Quieren Madrid y Barça, no balonmano y waterpolo", añadió el redactor jefe.
- "¿Y la objetividad y la búsqueda de la verdad? ¿Y la rigurosidad y la imparcialidad? ¿Y la independencia? ¿Y el verdadero periodismo?", preguntó Peláez.
- "Eso está muy bien para tu querida universidá", respondió Ramírez, sonriendo.
- "Pero ésta es la vida real, chaval, y las gilipolleces no tienen cabida", añadió el redactor jefe.
- "¿Te queda claro lo que es el periodismo?", preguntó el subdirector, con una amplia sonrisa en el rostro, que dejaba ver todos los colmillos de sus fauces.

Peláez, desolado, se quedó sin respuestas, agachó la cabeza y regresó a su taburete de becario, preguntándose si los 300 miserables y cochinos euros que le daban a cambio de 10 horas de trabajo diario (15 horas si tocaba guardia), compensaban toda esta mierda.
La respuesta hubiera sido un sí rotundo, si a cambio se hubiera podido desarrollar como periodista, lo que siempre había querido ser.
Para ser un lameculos más, no.
Comenzó a guardar sus pertenencias en su mochila; si se daba prisa, aún llegaría a casa antes de que empezara el partido del Atleti.

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