4 de septiembre de 2011

La obligación del estudiante

Me llevé los apuntes a la playa; soy un optimista, lo reconozco.
¿Estudié? No, señor, pero yo cumplí con mi obligación: coincidir en tiempo y en espacio con mis apuntes.
Lo importante, a la hora de estudiar, es que el estudiante y los apuntes se encuentren en el mismo sitio y a la misma hora.
De nada sirve que el estudiante esté en la playa y sus apuntes en la ciudad o viceversa.
El estudiante ha de cumplir con su obligación.
A partir de ahí, estudiar ya no depende de uno.

Recordemos que en época de exámenes, todas esas cosas que uno va posponiendo mentalmente por no encontrar el momento perfecto, empiezan a tocar insistentemente el telefonillo de las urgencias.
"Es ahora o nunca, chaval", te dice una voz en tu cabecita y, zas, tres horas de estudio que se van (para no volver jamás) en echar un vistazo a una cisterna que gotea, bajar al supermercado, terminar un capítulo de la novela que estás leyendo o contemplar ensimismado un reportaje sorprendentemente apasionante sobre podencos que emiten en Jara y Sedal.
Todos estos factores son externos al estudiante: no se pueden controlar.

No tengo remordimientos por no haber estudiado durante mi estancia en la playa porque cumplí con mi deber: mis apuntes estaban conmigo.
En mi caso, lo que no pude controlar fue que el segundo tomo de Canción de Hielo y Fuego me absorbiera de esa manera.

La imagen que acompaña este artículo procede de esta página

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