1 de julio de 2011

Cuando los jefes piensan, los trabajadores tiemblan

Hace un par de semanas que hemos estrenado aplicación informática en el trabajo.
Las cabezas pensantes del proyecto, los padres de la criatura, andan palmeándose la espalda y dándose con el codo en las costillas, "joder, macho, pedazo de curro, oye" y, aprovechando el estreno han decidido marcharse a la playa, porque ellos lo valen, guas, guas.
Los curritos las pasamos putas, porque la aplicación no vale ni para tomar por saco.
Esto es como el que necesita una lámpara y le traen un caballo: muy bonito, sí, pero alumbra más bien poco.

Eso sí, como se te ocurra quejarte, te tuercen el hocico.
Hay tanta soberbia en los cargos de responsabilidad de la gran mayoría de las empresas de este país bananero, que uno se sorprende de que no se maten entre ellos.
Un par de meses atrás todo eran codazos para salir en la foto de la inauguración del proyecto, canapés y vinito, la fiesta de la comida de polla, que es lo que les va, Capítulo 1 del Manual del Perfecto Optimizador Inepto, obra de la Auditora Vendemotos.
Hoy, cuando es un hecho que su criatura es un error carísimo, los ideólogos no saben, no contestan.
Y no pasa nada, oiga; y si pasa, se le saluda.

Al cruzarte con ellos por los pasillos es inevitable establecer un paralelismo tan real como indignante: ellos cobran por eso, nosotros sufrimos por eso.
Mierdapáis, coñññiiiooo.

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