Se dicen te quiero como el que se da las buenas tardes, de manera mecánica, puro formulismo, sentimiento cero.
Han aprendido a decir la frase mágica, a diferencia de las generaciones anteriores, sin embargo, lo más importante, el significado de la misma se les ha quedado en el camino, probablemente enredado en algún verso (si los hubiera) de los que maúlla Bisbal o, peor aún, olvidado bajo el edredón subeaudiencias de alguna edición del ojo que todo lo ve.
Son la mayor parte de los adolescentes y veinteañeros de hoy, criaturas consentidas acostumbradas a berrear de manera casi dañina, vomitando su casquería emocional al mundo.
Y hablo de casquería emocional, en el sentido más peyorativo del término, como despojo, porque eso que la sociedad les ha transmitido, a través de la Belén Esteban de turno y los millones de spots publicitarios que llevan viendo desde que, con meses de vida, sus irresponsables padres los situaron delante de la televisión, no son sentimientos.
El amor, la felicidad, la tristeza, la melancolía, la alegría... todas las emociones que experimentamos los seres humanos, las expresamos por medio de los sentimientos.
Y perdonadme pero, decirle "te quiero" a voces a un pazguato con el que compartes aula desde hace apenas siete meses y con el que lo único que compartes son los estados de ánimo del (puto) facebook, no es la expresión de un sentimiento de amistad.
Es una manera sublime de confirmar el estúpido exhibicionismo que asola a la gran mayoría de la juventud española.
Y la viva imagen de la desolación.
Para el que sucribe, que cada día le tiene menos fe al futuro.
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