18 de febrero de 2011

A las fuentes de inspiración de la literatura

Cuando uno escribe desde siempre por afición y, en momentos puntuales, por trabajo, sabe que es mucho más importante el oído que la imaginación.
Nuestra pareja, nuestra familia, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros complementos circunstanciales, en definitiva, son una fuente inagotable de inspiración para todos los que tenemos la necesidad de escribir.

La mayor parte de las veces, sin embargo, el autor, siempre vanidoso, es incapaz de reconocer que lo escrito procede de otro lugar que la propia imaginación.
En su fuero interno, la verdad mora implacable, proclamando a voces lo que sólo ella sabe: que la mejor frase del escrito es robada.
En estos casos, la labor del escritor consiste en elaborar una realidad paralela, negándolo todo, acallando esa voz interna que conoce la verdad, sonriendo al mundo y reconociendo que la inspiración procede de la observación de la vida, frase ambigua que esconde la media mentira (o la media verdad, según se mire) sobre la que se sustenta la literatura.

Porque la literatura consiste en ver, oír, escribir y callar cuando la inspiración proceda de otra cabeza mucho más lúcida que la propia.
Valgan estas pobres y torpes líneas como homenaje a todas esas personas que nos inspiran, regalándonos frases o historias; vosotros sois los que hacéis posible la literatura.
Gracias.

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