22 de enero de 2011

Personajes del (puto) tren: el desequilibrado

Me he subido al vagón y he visto un asiento libre.
Pese a llevar ocho horas sentado, he ocupado el sitio y he sacado el libro que me acompaña en estos trayectos.
Mientras buscaba la página en la que me había quedado, he reparado en el tipo que estaba sentado frente a mí, que estaba manteniendo una conversación entre susurros de lo más interesante, al menos eso parecía desde mi lugar de observación, con una moneda de 1 euro a la que había acomodado en el asiento que estaba junto a él.

Otra cosa no, pero gente rara en la RENFE, tela.
Las páginas que he leído de mi libro las tendré que volver a leer porque he estado más pendiente del colega que de la historia.
Señalaba a la moneda con el dedo índice de su mano derecha, como amenazándola, igual que a un niño, "quietecito ahí, no te muevas".
En tiempos de crisis, parece una buena medida esa de advertir al dinero que no se mueva del lado de uno, ¿no?

Cuando hemos llegado a Príncipe Pío y se ha subido aún más gente, el colega no ha podido más y, entre risas, abrumado por la multitud que se le venía encima, ha dicho "vaya pedazo de vagón" y, hurgando en la bolsa del supermercado que le acompañaba, ha sacado un cartón de zumo de melocotón y uva y le ha pegado un buen trago.
Me ha parecido una metáfora de la vida estupenda, sinceramente.
La diferencia entre los locos y los supuestamente cuerdos es que estos últimos no siempre tenemos a mano un cartón de zumo de melocotón y uva con el que tragarnos los sapos que la vida nos presenta con demasiada frecuencia.

Y en esas ocasionas, la vida se nos atraganta, se nos va la pinza (o el tendedero al completo) y cruzamos de manera definitiva ese estrecho puente que separa ambas orillas.

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