20 de enero de 2011

La Charles Bronson del barrio

Una de las ventajas de convivir con una maestra es que sabe imponerse a los vecinos.
Televisores más altos de lo normal, guitarras tocadas a horas intempestivas, mascotas demasiado juguetonas... da igual, nada es demasiado para ella.
La autoridad.
La justicia.
La Charles Bronson del barrio.

Tantas horas al día mandando callar a sus alumnos la han hecho desarrollar esta capacidad.
Se sienten, coño.
Quieto todo el mundo.
Y en silencio, cagüentó.
Hasta el gatito de los de arriba se mueve de puntillas después de que la Charles Bronson llamara a su puerta.

Lo único malo es que este tipo de justicia, a diferencia de la que dicen que se imparte en los juzgados, es que sí es universal y yo, en vez de tener ciertos privilegios, comparto las mismas obligaciones que los demás, por lo que por las mañanas debo moverme como un ninja para que la justicia no se despierte.
Y teniendo en cuenta que no me caracterizo especialmente por mis habilidades de subterfugio, vivo acojonado.
Sé que la justicia va detrás de mí.
Y es implacable.

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