29 de diciembre de 2010

Los niñatos y sus móviles

Iba yo escuchando música y, de repente, oigo un tirorí tirorí que se me mete entre canción y canción.
Levanto la vista y veo a una niñata movilizada, moviendo los pulgares a la velocidad de la luz y ensañándose con las teclas como si le debieran dinero.
No pude evitarlo y, aunque no me enorgullezco de ello (tampoco me avergüenzo, ojo), la chisté con todas mis ganas. La reacción fue desproporcionada tal vez, lo admito, pero es lo que suele pasar cuando uno va acumulando faltas de respeto: cuando estalla, estalla por todas, no por esa sola.

La niñata levantó la vista con esa mirada que tienen los adolescentes de serie, entre emporrada e idiotizada, sin sospechar que la cosa pudiera ir con ella.
Yo la contemplaba absolutamente indignado de modo que, cuando me miró, torcí la cabeza en plan "ya está bien".
No sé si me comprendió o no (con los adolescentes uno tiene esa duda eterna), pero lo cierto es que silenció el puto teléfono móvil.
Aunque sé que ella y toda la generación perdida por culpa de todas las aplicaciones estúpidas que llevan incorporadas los móviles (bueno, y por otras cosas también), no son los responsables de la creación (ay, si pillara yo a uno de esos ingenieros), sí lo son de su utilización irrespetuosa, por lo que se merecen este tipo de amonestaciones.
Es más, si todos recrimináramos este tipo de actitudes, a lo mejor los niñatos aprenderían el significado de la palabra respeto.

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