Tomando como ejemplo a mi cuñado, ingeniero él (cómo no), que lo único que lee son los mensajes que recibe en el móvil, que defiende el libro electrónico a capa y espada, y extrapolándolo al conjunto de la sociedad, bastante similar en cuanto a aficiones literarias que mi pariente político, concluyo que el dichoso invento se venderá como si no costara pese a que, paradójicamente, será comprado por gente que en la vida había leído.
Esperanzador, me diréis.
Siniestro y grotesco más bien, creo yo.
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