25 de julio de 2010

Me asomé al fufuro

El pasado viernes salí de la caverna en la que resido y me abrí una cuenta en feisbuc.
Tengo un par de amigos viviendo fuera, uno en Holanda y otro en Chile y, entre una conversación cara a cara con el chileno durante su reciente visita a España y un correo del holandés que me llegó el miércoles y en el que también me tocaba la fibra sensible, al final me convencieron para, al menos, probarlo.

Soy muy escéptico, lo reconozco.
Creo que, aunque la herramienta pocas veces tiene la culpa, como cuando un desequilibrado utiliza un martillo, pensado para golpear clavos, para abrirle la cabeza a su vecino, el feisbuc lleva asociados otros elementos que me dan mucho miedo.

Es muy posible que la mayor parte de los que superan los 30 años y tienen cuenta en feisbuc lo utilicen de una manera ordenada y útil y no sólo para la gilipollez.
Lo dudo con toda mi alma, pero bueno, dejémoslo así.
Sin embargo, el veinteañero que ha crecido entre redes sociales está metido de lleno en la distancia que provocan, hasta el punto de que uno puede comunicarse vía feisbuc con un "amigo" que vive en su mismo barrio y al que hace 5 años que no ve, si es que en el algún momento se han conocido.

Lo que pretendo decir es que, para gran parte de la gente metida en las redes sociales, independientemente de su edad, la realidad es ésa, la de la red social, en la que tienen cientos de supuestos amigos y pertenecen a innumerables grupos en los que son aceptados sin más.
Hay demasiada gente viviendo exclusivamente en Matrix, con muy pocas ganas de despertar y vivir su propia realidad.
Las redes sociales, tal y como se utilizan, son una herramienta destructiva y deshumanizadora más de esta sociedad tan inmadura, vacía y decadente.

El viernes, cuando me abrí la cuenta en el feisbuc, me asomé al futuro con más miedo que vergüenza.
Y si no me gusta lo que veo, ¿qué?

No hay comentarios: