¿Os habéis fijado que en la mayor parte de los túneles que hay en este país existe una gotera en mitad de su recorrido?
¿Y os habéis fijado en un coche al que siempre le cae esa gota en medio del parabrisas?
Ese coche es el mío.
No hay manera de evitarlo, es algo que tengo asumido.
Del mismo modo que doy las luces cuando entro en un túnel, tengo un dedo sobre el mando del limpiaparabrisas para accionarlo en cuanto la maldita gota estalle justo en el medio de mi campo de visión.
Me recuerda a esos videojuegos de plataformas, tipo Mario Bros, en los que uno tenía que esquivar algún artilugio (brochetas, llamaradas, plantas carnívoras) que se movía con cadencia rítmica, para poder avanzar.
Cuando llegaba a ese punto, abandonaba el juego.
No puedo hacer lo mismo con el coche, aunque no por falta de ganas.
Cada vez que me aproximo a un túnel, un sudor frío recorre mi espalda y se me eriza el vello de la nuca (no es verdad lo del vello, pero siempre he querido escribirlo).
Sé que no podré esquivar la gota maldita.
Ahí está.
Puedo ver cómo brilla.
Espera.
Es posible que pueda conseguirlo.
Un poquito más lento... no, no, un poquito más deprisa, eso es, así...
¡No me lo puedo creer, voy a conseguirl...!
Chofs.
Game over.
Please insert coin to continue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario