Como consecuencia del lanzamiento de bombas atómicas, parte de la población de hormigas que habitan en un desierto cercano a la ciudad de Los Angeles, sufre una mutación que las hace gigantescas.
Al aumentar de tamaño consumen un mayor número de nutrientes, con lo que se dedican a amenazar a la población local cuando buscan alimento.
Asesorados por un científico enviado por el gobierno de la nación, policías y militares intentan poner freno a la amenaza.
Veredicto del Sobaco: me encantan este tipo de películas, donde uno reconoce todos y cada uno de los pasos que luego siguen las demás películas de ciencia ficción (esa niña desorientada que también aparecerá en la segunda parte de Alien o la escena de la destrucción de los huevos que ha puesto la reina, por citar dos ejemplos que salen en esta peli tan entrañable). Es posible que se haya avanzado mucho en cuanto a efectos visuales y/o especiales pero los elementos narrativos son los mismos hoy que en la década de los 50, con una pequeña y notable salvedad: antes se utilizaban mucho mejor que ahora. En la actualidad se confía en exceso en los ordenadores, creyendo que cualquier bicho que siga las máximas del olimpismo (citius, altius, fortius), conseguirá deslumbrarnos sin más. La realidad, por supuesto, se encuentra a bastantes millones de años de luz de la mente de los productores de los grandes estudios y por eso, salvo honrosas, excepciones, todos los Godzillas que vomitan desde Hollywood terminan arrastrándose sin pena ni gloria hasta la cloaca de las ofertas en DVD a 4,95 €. Qué pena que lo artesanal ya no tenga valor. Qué pena que el cuidado por una historia ya no se tenga en cuenta. Y menos mal que tenemos los clásicos para recordar cómo eran las cosas cuando se hacían bien.
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