Las tropelías y abusos sexuales de la iglesia no son algo nuevo, ni un invento de este siglo, ni algo que, como un cometa, sucede cada veinte años.
Desgraciadamente, es algo habitual, recurrente, cotidiano y que lleva sucediendo desde que la iglesia es iglesia.
Hace una pila de años, vaya.
El problema, como pasa siempre que nos topamos con los de la sotana, es que nunca han sido juzgados.
Porque para tener total impunidad, los hijos de puta descubrieron que la sotana, la mitra y la cruz eran el perfecto camuflaje para pasar inadvertidos ante las leyes de cualquier país.
Además, en el caso de pillarles con las manos en la minga, propia o ajena, con encogerse de hombros, poner una sonrisita canallesca y picarona y ladear la cabeza mientras recitan eso de que la carne es débil, estos desgraciados no se han encontrado con nadie que tuviera las narices de sentarles en un banquillo.
Porque ya se sabe, cualquiera que haya reunido el valor necesario se ha topado de bruces con la iglesia, que nunca va a permitir que las leyes, universales para los demás, sirvan para juzgar sus innumerables y probados delitos.
¿O creéis que las cuentas de Suiza son el producto de la honradez?
Mientras estos hijos de puta sigan en la calle, la justicia no será universal.
Basta ya de impunidad para la iglesia.
Basta ya de dobles raseros y falsas moralidades.
Basta ya de seguir lastrando las sociedades.
Basta ya de medievalismo.
Basta ya de crímenes sin castigo.
Que empiecen a pagar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario