16 de febrero de 2010

Homenaje a los clásicos

Me enternecen y me emocionan los clásicos, qué le voy a hacer.
Y en este momento no me estoy refiriendo a los grandes de la música o de las letras, que también me emocionan y enternecen una barbaridad, ojo.
No.
En este momento me refiero a esos clásicos que siguen paseando con El País bajo el brazo, ésos que, cuando encienden la radio, escuchan la SER, pese a que los que escriben en un medio o hablen en el otro, haga muchísimo tiempo que pusieron las ideas al servicio del capital.

Me enternecen y me emocionan los macarras de barrio, los de pata negra, los que, cuando te devuelven cuatro monedas de 1 céntimo te dicen "ahí van cuatro lentejitas", los que te saludan con un "qué pasa, chavalote" desde hace más de quince años, aunque ya no tengas aspecto de chavalote, los que siguen fieles a Loquillo y te hablan de los primeros conciertos de Leño.

Me enternecen y me emocionan todas estas especies en peligro de extinción, que fuman Ducados y toman cañas mientras ponen el mundo patas arriba tomando la última jornada de fútbol como punto de partida.
Esta gente que utiliza el verbo chatear sólo cuando toman vinos.
Estos clásicos me emocionan y enternecen porque, pese a esta sociedad tan aficionada a la cadena de montaje, permanecen auténticos contra viento y marea aunque, lamentablemente, estén condenados a la desaparición.

No hay comentarios: