Todos tenemos nuestras rarezas, unos más, unos menos, claro está.
Hay quien colecciona sellos sin matar de las repúblicas bálticas, quien no lleva vaqueros de color azul y quien, Biblia en mano, bendice árboles a voz en grito.
Eso sí, independientemente del nivel de la peculiaridad, rareza, excentricidad o directamente locura, somos mucho más condescentientes y piadosos con las nuestras que con las de los demás, de tal modo que quien viste pantalones vaqueros única y exclusivamente de color negro pero, en cambio, toma leche todas las mañanas para desayunar, criticará de manera feroz y calificará de raro al que, aun llevando vaqueros de cualquier color sin ningún tipo de problema, aborrezca la leche y todos sus derivados.
Así es el ser humano, incongruente e injusto, a la vez excéntrico y normal y, de momento, maravillosa y afortunadamente imperfecto.
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