11 de julio de 2009

A día de hoy

Cuando era más joven, una tarde que no tenía nada que hacer decidí leer lo que nunca me había atrevido. Fue un error, porque me lo creí todo.
Años más tarde, a bastantes galaxias de distancia, me volví a leer y lo vi todo claro: el error fui yo, tanto entonces como ahora.
La solución fue bien sencilla: leer, siempre, pero nunca cualquier cosa.

Hace menos años, aunque también a muchas galaxias de distancia, comprendí que mi composición por cada 100 gramos contenía demasiado aditivo.
Quise variar la fórmula, pero mi departamento de marketing pensó que íbamos a perder público.
Mantuvimos la misma proporción de conservantes y colorantes y el resultado, en palabras de los expertos, fue "prometedor pero falto de autenticidad".
En vista de que mis primeros 5 minutos, que eran los verdaderamente buenos, se acababan en tan sólo 5 minutos, tuve que replantear la estrategia, eliminándola del mapa y adoptando a una hermosa joven llamada Naturalidad.

A día de hoy, mi buena conciencia aún me hace pagar por mis viejos pecados, los fantasmas de mi armario siguen aireando sus vergüenzas cuando les viene en gana y mi tribunal moral, ahora inflexible, juzga el pasado hibernante de manera despiadada.
A día de hoy, me hubiera gustado hacer muchas cosas que nunca hice, me hubiera gustado decir otras tantas que ni siquiera pensé y me hubiera gustado olvidar a gente a la que nunca conocí.
Sin embargo, a día de hoy, lo que se ve es lo que hay y lo que hay, con todos sus fallos, me empieza a gustar.

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