Cuando regresé al cole, ya sabía que iba a ser duro, pero no sospechaba que iba a serlo tanto.
Trabajar y estudiar es algo que se puede hacer sin demasiado esfuerzo, siempre y cuando uno tenga un trabajo que no le exija demasiado y no se sobrecargue de asignaturas.
En mi caso, el único esfuerzo que me pide mi trabajo es levantarme a las 6 de la mañana. Y punto. Me da poquito, es verdad, pero no me quita absolutamente nada.
Al revés, me permite vivir que es, al fin y al cabo, lo que me importa.
Vivir mi vida junto a quien la quiero vivir.
Habrá gente que prefiera trabajar.
Yo no, desde luego.
En cuanto a las asignaturas, me matriculé de tres, dos anuales y una cuatrimestral. Una cosa ligerita, lo sé pero, oye, hacía más de 8 años que había dejado la universidad así que, primero había que retirar el óxido.
Este próximo miércoles termino los exámenes.
Bueno, en realidad los termino el jueves, pero a la cuatrimestral no me voy a presentar.
Me la dejo para Septiembre.
¿Y por qué no estoy estudiando, os preguntaréis?
Porque, como os decía al principio, sabía que iba a ser duro, pero no me imaginaba cuánto.
No me acordaba de lo que quema una silla en periodo de exámenes.
No me acordaba de lo fácilmente que se me va la cabeza a peregrinar por la serranía de Úbeda cuando me pongo a estudiar.
No me acordaba de la cantidad de cosas que uno encuentra para hacer en vez de hacer lo que tiene que hacer.
Y aquí sigo, escribiendo., en vez de estar estudiando.
Se acabó... lo dejo ahora mismo.
Bueno, pongo una lavadora y me siento a estudiar.
Lo juro por las bragas de la Brítni, o sea.
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