Acabo de escuchar una entrevista en Radio Marca a un jugador brasileño de fútbol sala que se llama Luiz Filipe Follador y juega en la liga italiana de ese deporte.
Los méritos deportivos del muchacho, que por lo visto es la estrella en el Mundial Sub-20 de la categoría han sido lo de menos, por supuesto.
La entrevista se ha centrado en hacer chascarrillos con el apellido del chaval que, evidentemente, en portugués se pronuncia Folador, minucia que no iba a impedir que el locutor del programa sacara a relucir toda esa caspa ibérica con denominación de origen.
El remate del esperpento ha llegado cuando el colega le ha preguntado al brasileño si tenía novia y, cuando ha respondido que sí, mi primo no se ha podido reprimir y le ha soltado un "claro, y ella encantada, ¿no?" mientras, me lo imagino, sonreía a sus compinches en el estudio y guiñaba ese ojito canalla que tantas gachís se ha llevado por delante.
La pandereta hispánica sigue vigente y el espíritu de Paco Martínez-Soria está a la orden del día.
La única solución posible para soportar tanta vergüenza es, como decía hace algunos posts, solicitar la nacionalidad beliceña y renegar de todos los genes que uno pudiera portar y le relacionen, aunque sea de una manera remota, con personajillos de este tipo.
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