19 de noviembre de 2008

Soy un ser (casi) civilizado

Subes a esa lata de sardinas con ruedas entre empujones y mala leche, reafirmándote en tu idea de que toda actividad laboral que implique salir de la cama antes de las 12 y regresar después de las dos de la tarde es completamente antinatural.
Deberían de trabajar sólo los que sienten placer haciéndolo.
Pero claro, ellos no van en esta cafetera hipercalefactada.
Ellos viajan en sus putos audis con tapicería de cuero y nunca entran a currar antes de las 10.
Y no te digo de cómo tienen de cubierta la riñonada.

Y mientras tanto, servidor intenta controlar sus impulsos homicidas.
Antes de las 8 de la mañana soy un tío muy chungo, capaz de imaginar mil maneras diferentes de asesinar al gilipollas que, con cada sacudida del puto tren, me golpea con la mochilita que lleva colgada a la espalda.
No pueden hacer como los demás, que llevamos la mochila entre los pies, para que no estorbe.
No.
Ellos la llevan bien cargadita y bien colocadita en su hombro, con la mitad del peso estratégicamente situada encima de mi riñón derecho.

Y uno suspira, contando hasta mil para calmar a la bestia, para no darse la vuelta, soltar el codo y mandar la mochila a Parla y al que la porta un poquito más lejos.
Pero uno nunca lo hace.
"Soy un ser civilizado", se repite uno constantemente.

Una leche.
Si uno fuera un ser civilizado no estaría pasando las de Caín en este tren de ganado humano.
Estaría en las Seychelles, dedicándose a dejarse crecer el pelo y las uñas.
Y que trabajaran los de los putos audis.
Anda que me iba a molestar el de la mochilita si yo estuviera tumbado en una hamaca con un batido de coco en la mano.

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