27 de noviembre de 2008

Escribo

Escribo como catarsis, como liberación, como expresión, como reflexión.
Escribo motivado por un acto egoísta. Lo hago por y para mí, porque me ayuda a colocar las cosas en su sitio, aunque haya cosas para los que no queda ya hueco y sitios en los que nunca habrá gran cosa.
Escribo como terapia contra el olvido, como remedio contra la locura, como manera de expresar la rabia, la alegría, la tristeza, la nostalgia, el júbilo o el pesar.

Escribo cuando me sale de las tripas, cuando me brota del corazón, cuando me surge de la cabeza.
Escribo cuando siento que ya no me cabe en el cuerpo lo que quiero decir, cuando las palabras dichas en voz alta no son suficientes o cuando las palabras ahogadas en la garganta son demasiadas.
Escribo como protesta ante la falta de educación del 99% de la gente con la que tenemos la desgracia de toparnos a diario.
Escribo como elogio ante ese 1% que sí tiene educación y respeto y con el que tenemos la inmensa fortuna de encontrarnos muy de vez en cuando.

Escribo cuando me duele perder algo, cuando me invade la felicidad cada mañana que despierto a tu lado, cuando se alejan de mi vida las personas que una vez, hace muchos, muchos años, estuvieron cerca.
Escribo cuando la melancolía se adueña de mis dedos y los lleva de una tecla a otra.
Escribo cuando ya está todo dicho y no queda nada más por decir.
Escribo cuando el presente se convierte en pasado y se despide de manera definitiva del futuro.
Escribo cuando me duele el alma, cuando me llora el corazón, cuando se me encoge el estómago.
Escribo para decir "adiós" aunque, en el fondo, o eso quiero creer, me hubiera gustado tener que decir sólo "hasta mañana".
Escribo cuando se ha dicho todo, pensando o sin pensar, con la esperanza de que no sea la última vez que me siente a escribir.

Escribo sabiendo que quiero volver, aunque si lo pensara detenidamente, jamás compraría otro billete para apearme en la estación que pasa por tu vida.
Escribo con la certeza que da la sabiduría del pasado, cuando éramos dos.
Escribo con la abrumadora pluma de la realidad, que nos dice que una más uno son mucho menos que dos.
Escribo con la esperanza intoxicada por el chapapote de los años que naufragaron, una y otra vez, en las rocas de mi ánimo.
Escribo expresando un deseo.
Lo deseo, pero no lo voy a escribir.

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