13 de noviembre de 2008

Episodio I. En busca del nidito

Empezamos a buscar piso a finales de Agosto y, cómo no, nuestra primera opción fue mirar por la internés que, aparte de para ver tetas y culos y aprender las enseñanzas del Dalai Lama ambientadas con música de Enya y agrupadas en un pogüerpoin, aunque no lo creáis, también puede usarse para algunas cosas útiles.

Los pisos que más molaban los llevan las inmobiliarias así que, ni cortos ni perezosos, llamamos a una de ellas.
Resulta que te cobran una mensualidad por la cara así, guas, guas, porque ellos lo valen. Aparte del mes de fianza, of córs, que de ése no te libra ni San Pedro. Mis primos los de la inmobiliaria (pobrecitos míos, es duro mantener un yate de más de 20 metros de eslora, hay que entenderles), te cobran una mensualidad porque sí, para "sufragar los gastos de gestión", arguyen muy eufemísticamente.
En mi pueblo, que somos muy castizos, lo llamamos robar.

Así que, después de haber mandado a los de las inmobiliarias a cagar a la vía unas cuantas veces, nos centramos en todos los anuncios que decían eso de "particular", como el patio de mi casa.
Páginas y páginas después, con sus intercambios de correos enviándonos las posibles alternativas, conseguimos una listita de posibles niditos donde poder abrazarnos todos los días.
Cargados de ilusión, llamamos al primero de la lista y conseguimos una cita, no a ciegas, porque el piso tenía fotos, pero casi, porque los nervios eran los mismos.

To be continued...

No hay comentarios: